domingo, 24 de enero de 2010
Las cifras inabarcables
Marcos Salgado
Puerto Príncipe/Haití
Diez días después del terremoto el gobierno haitiano en un esfuerzo por mostrarse activo y al frente de la organización nacional tras el desastre, dio a conocer su cuenta de víctimas fatales y heridos de terremoto. El número es, se entiende, provisorio y necesariamente inexacto, pero ubica al terremoto del 13 de enero de 2010 como el más mortífero de todos los tiempos en el continente americano.
Ciento once mil 499 muertos. Un número complicado y que parece “dibujado” para dar una sensación de exactitud milimétrica que es sencillamente imposible en este caos. Es la cifra que entregó el gobierno de Haití, según el recuento de cadáveres enterrados en fosas comunes al día viernes 22. Enseguida, la ministra de Comunicación aclaró que es un número provisorio ya que seguían apareciendo cadáveres bajo los escombros, por lo que la cifra podría superar con mucha facilidad en el próximo recuento, los 150 mil.
Parece una cifra conservadora. Por un lado, la cuenta del gobierno no toma en cuenta a aquellos que fueron enterrados por sus propios familiares, y las funerarias en Puerto Príncipe atienden de 9 a 6 de la tarde, y no dan abasto. Tampoco cuenta a los que están aún debajo de los escombros. Los bomberos de Venezuela trabajaron los últimos tres días en una fábrica de ropa donde murieron, por lo menos, 300 personas. El terremoto sorprendió a los operarios de la maquila haciendo horas extras y a decenas que buscaban trabajo y llenaban solicitudes en un gran salón cuyo techo se desplomó completo. Hasta ahora, sólo extrajeron unos 100 cadáveres, restan muchos más.
Después, en amplias zonas de la ciudad las máquinas para remover escombros no pueden ni podrán entrar nunca. Son cerros intrincados sin calles asfaltadas. Caminando en ese laberinto, los vecinos se acercan a avisar que aquí, allá, más allá y más acá y un poco más allá también, hay muertos debajo de pesadas lozas.
La plaza frente a la Catedral -donde el sábado 23 se veló en pomposas exequias al obispo de Puerto Príncipe- es un amasijo de maderas, que se extiende a las calles, los edificios en pie están desolados, otros, fueron saqueados. Allí la policía de Haití se enfrenta casi todas las tardes con grupos de jóvenes que rechazan a los periodistas y se muestran decididamente hostiles. Por allí no pasan los marines, ni los cascos azules.
Allí no se removieron escombros. Son cuadras completas casi totalmente destruidas donde cada piedra está donde la dejó el terremoto. Un joven avisa: “aquí había un mercado, había señoras vendiendo, están ahí debajo, nadie vino aquí”. La cifra crecerá, y mucho. De cualquier forma, allí donde está ubicado el caprichoso contador del gobierno de un semienmudecido René Preval, el terremoto de Haití es el desastre natural más luctuoso del que se tenga memoria en la historia de América.
Si con cifras se puede dimensionar el desastre, estas son las que hablan de lo que se viene, más de 600.000 personas viven en parques y plazas y decenas de lugares abiertos de la ciudad. Son amasijos de carpas, toldos, telas, colchones en donde, de a poco, comienzan a verse algunas carpas mejor armadas, azules, provistas por las Naciones Unidas.
Aunque el gobierno aún no habla de la reconstrucción y ni siquiera aclara cuáles serán los primeros pasos, en las radios y en la calle dicen que el primer paso será desalojar los parques y las plazas del centro y mandar “al campo” a los sin techo.
Pero allí nadie se mueve ni medio metro. Por el contrario, ya arman casas algo más sólidas, maderas, cartón y zinc reemplazan al cartón. Naciones Unidas admiten que aún no consiguieron el número suficiente de carpas ni se puede comenzar aún a armar la infraestructura de las nuevas ciudades “provisorias”. No hay mucho tiempo, en mayo comienza la temporada de lluvias y llueve mucho, todas las tardes.
La otra cifra oficial del drama también es monumental: casi 194 mil heridos. Hay miles de amputados. Es que la asistencia llegó varios después, cuando las heridas ya estaban gangrenadas. En el hospital de la Renacencia, los médicos cubanos intentan salvar brazos y piernas, no siempre lo logran.
A diez días del terremoto, todavía se ve llegar a los hospitales de campaña a personas con fracturas entablilladas con cartones, pies a puntos de explotar de la hinchazón o extensas cortaduras que se ponen blancas y rosas en fuerte contraste con la piel negrísima.
Mientras Naciones Unidas dio por terminadas las tareas de búsqueda de sobrevivientes, el gobierno aclaró que ellos seguirán buscando. Dependen por entero de la asistencia internacional. El viernes, un joven de 22 años que quedó atrapado en una habitación que se hundió durante el primer sismo fue hallado por su madre y rescatistas israelíes lo extrajeron con poco esfuerzo.
El sábado 23, otro joven de 24 años apareció vivo en las ruinas de un hotel. Esta vez fueron los franceses los que lo hallaron. Son cada vez menos casos, según reportes no del todo confirmados, son casi 200 los rescatados con vida dentro de los escombros. Hablando de cifras parece demasiado poco, para una ciudad que convive todavía, aquí y allá, con el dolor y el olor de la muerte.
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